miércoles, 5 de diciembre de 2012

Invasión.




-Son fuegos artificiales. Entra a la casa hijo. No te preocupes por el ruido.
-Pero quiero verlos.
-No se puede porque es de día. El sol no deja.
-Pero se escuchan cerca.
-No seas porfiado y anda a tu pieza. Anda a ver tus dibujos animados o a jugar con tus juguetes.
Ella, entra  a la cocina y enciende la radio. No quiere que su hijo siga escuchando el ruido de afuera mientras continúa sus quehaceres para que todo esté listo cuando llegue su esposo del trabajo.
-Mamá, están más cerca los fuegos artificiales, se escuchan hasta en mi  pieza.
-Sólo quédate ahí y no salgas a verlos. Te prometo que cuando los lancen en el parque te llevo.
Ella aumentó el volumen de la música. Su artista preferido la acompañaba en la preocupación. Sabía que no eran fuegos artificiales. Bien sabía que era un enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes que a estas alturas de la vida abundan en todos lados. Sintió que a su hijo pequeño no era tiempo de llenarle la cabeza de cosas tan feas. Pero los fuegos artificiales se escuchaban por encima de la voz de su cantante favorito. La llave del agua corría, las ollas hervían, la música sonaba, ella, caía al suelo atravesada en su cabeza por una bala loca que llegó desde la calle mientras su hijo llegaba a insistir para salir a ver los fuegos artificiales.

Eloisa Echeverria. Chile.

viernes, 5 de octubre de 2012

Frío.








_Tengo frío le dijo esa noche.
Él le trajo una frazada para arroparla.
 _Sigo con frío - le insistió.
_Mañana compro una estufa – Prometió él.
Al día siguiente le entregaba la mejor estufa que encontró.
 _Sigo con frío _comentó ella.
 _Mañana compro una frazada eléctrica.
Y  se la trajo presto.
_Tengo frío repitió la siguiente noche. Se me hace difícil conciliar el sueño.
 _Instalaré  una nueva calefacción _le prometió distraído.
 Una semana después tenía instalada la mejor calefacción existente en el mercado por toda la casa.
_Es mucho frío. Es como si tuviera miedo de quedarme dormida.
 Le aseguró ella con lágrimas en los ojos.
Él, conmovido, sacó su cara de los papeles que siempre traía a casa desde la oficina y la abrazó. Se sentaron juntos en el sofá,  y ella, pasados algunos minutos, se quedo dormida acurrucada en sus brazos. Sin frío ya.  Él se dio cuenta que su abrazo pudo más que cualquier calefacción.