-Son
fuegos artificiales. Entra a la casa hijo. No te preocupes por el ruido.
-Pero
quiero verlos.
-No
se puede porque es de día. El sol no deja.
-Pero
se escuchan cerca.
-No
seas porfiado y anda a tu pieza. Anda a ver tus dibujos animados o a jugar con tus juguetes.
Ella,
entra a la cocina y enciende la radio.
No quiere que su hijo siga escuchando el ruido de afuera mientras continúa sus
quehaceres para que todo esté listo cuando llegue su esposo del trabajo.
-Mamá,
están más cerca los fuegos artificiales, se escuchan hasta en mi pieza.
-Sólo
quédate ahí y no salgas a verlos. Te prometo que cuando los lancen en el parque
te llevo.
Ella
aumentó el volumen de la música. Su artista preferido la acompañaba en la
preocupación. Sabía que no eran fuegos artificiales. Bien sabía que era un
enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes que a estas alturas de la vida
abundan en todos lados. Sintió que a su hijo pequeño no era tiempo de llenarle
la cabeza de cosas tan feas. Pero los fuegos artificiales se escuchaban por
encima de la voz de su cantante favorito. La llave del agua corría, las ollas
hervían, la música sonaba, ella, caía al suelo atravesada en su cabeza por una
bala loca que llegó desde la calle mientras su hijo llegaba a insistir para
salir a ver los fuegos artificiales.
Eloisa Echeverria. Chile.